7 frases a evitar en casa

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7 FRASES A EVITAR EN CASA

 

En Jokabide a menudo escuchamos ciertas palabras que madres y padres dicen en casa, muchas de las cuales pasan de una generación a la siguiente. Esas frases que, cuando las decimos por primera vez, nos hacen pensar:

 

“¡Me estoy convirtiendo en mi madre/padre!”.

 

La mayoría de ellas no tiene trascendencia, muchas incluso son cómicas. Sin embargo, hay unas pocas que, a pesar de su apariencia inofensiva, pueden generar un gran perjuicio a nuestras relaciones.

 

En este artículo, hemos querido recopilar 7 de las que, a nuestro juicio, más deberíamos evitar, así como sus alternativas más sanas.

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“El afecto siempre es sólido”

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1. “Si haces eso no te voy a querer”

 

Ante todo, los menores deben entender que el afecto, el amor paterno filial, no es algo efímero, frágil y perecedero, sino que es algo sólido, firme e incondicional. Cuando decirnos “No te voy a querer”, trasladamos sin pretenderlo que nuestra relación es como una copa de cristal que se va a romper al más mínimo golpe. A menudo, personas que han escuchado esta fase con frecuencia son ansiosas en sus relaciones, incapaces de un enfado, sea legítimo o no, y con mucha dificultad para gestionar un conflicto.

 

¿Qué podemos hacer?: Sustituir el “Si haces esto no te voy a querer” por el “Si haces esto me voy a poner triste” o “Si haces esto te voy a castigar”. Si el niño critica que no se le quiere porque se le castiga, se le señala que el amor y el castigo no van de la mano, y que a veces, las personas que nos quieren no actúan como desearíamos.

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2. “Dale un beso a la tía Manoli”

 

Aunque muchas veces nos gustaría, no podemos pretender que nuestro hijo/a desarrolle afecto automático por aquellas personas que queremos, nos gustan o simplemente nos caen bien. Desde luego hay que exigir cordialidad, que no le guste esa persona (o que le sea indiferente) no le excusa para no saludarla, pero tratar de forzar al/la menor para que le dé un beso a la tía, el abuelo o la vecina, generalmente tiene un efecto paradójico. ¿Nos gusta algo porque alguien nos dice que nos tiene que gustar? Seguramente no. Probablemente, de hecho, cojamos aversión a aquello que nos dicen que debe ser de nuestro agrado. Lo mismo les pasa a los/as niños/as.

 

Si además de indicarle que dé un beso o un abrazo a un familiar o amigo, premiamos esa conducta (con una chuchería, la paga, etc.) estamos sentando un peligroso precedente y enseñando a instrumentalizar la relación, esto es: “me interesa tener relaciones en la medida en que estas vayan a aportarme un beneficio o una ventaja directa”.

 

¿Qué podemos hacer?: Ante todo, respetar los deseos y tiempos del/la menor a la hora de expresar afecto. En este tipo de situaciones, podemos invitarle a que sencillamente, salude a la otra persona, sin ningún indicador de cómo debe hacerlo, dejando que se relaciones de forma espontánea sin coartar su libertad.

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“No podemos obligar a realizar muestras de cariño” 

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“Una discusión no se puede solucionar con violencia” 

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3. “Te voy a dar un azote” o “No me hables así que te cruzo la cara”

 

El castigo físico es despierta muchas miradas reprobatorias a día de hoy, pero ¿qué padre/madre no ha tenido la tentación de recurrir al azote o la bofetada cuando el peque en cuestión se pone insoportable, o directamente ha pasado a la acción? Es algo completamente normal, pero eso no quiere decir que no sea dañino. Cuando nos hartamos de dialogar y directamente pegamos, por muy leve que sea el golpe, estamos mandando el peligroso mensaje de “esta discusión la voy a ganar yo. No con intelecto ni con autoridad, sino con violencia”. No es raro que niños imiten ese comportamiento, y cuando no se pueden salir con la suya utilicen la violencia en legítima defensa. Para colmo, socava nuestra autoridad, y le da al niño la sensación de que ha triunfado, porque su padre/madre “Ha tenido que recurrir a la bomba nuclear” para frenarle.

 

¿Qué podemos hacer?: Dejar claro que cada acción tiene una consecuencia, positiva o negativa, marcando muy bien cuál es pero evitando la violencia física.

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4. “Si sigues así te la vas a ganar”

 

Para los niños este es un mensaje terriblemente confuso. Por una parte, no existe una consecuencia clara, “¿Me voy a ganar qué?”, y por otra, no estamos estableciendo un límite muy importante: la cantidad. “Si sigues así” no aclara cuánto tiempo falta hasta que se aplique la consecuencia o castigo – y eso si se aplica -, lo que genera confusión, e incluso a veces la sensación de que los padres y madres hablan sin tener pensado.

 

¿Qué podemos hacer?: Antes que nada, preguntar por el motivo que ha llevado a nuestro/a hijo/a a actuar así. Los/as niños/as, especialmente los más pequeños, son inocentes e impredecibles, y a veces hacen cosas solo para ver qué efecto tienen. Después, establecer una consecuencia, un castigo claro y conciso ante una situación concreta. “La próxima vez que pintes en la pared, te quedas sin jugar a la Play dos días”. De esa forma, el mensaje es mucho más comprensible y claro.

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“La amenaza siempre tiene una fecha de caducidad” 

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“La instrucción más sencilla, no siempre lo es” 

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5. “No hagas eso”

 

A priori, la instrucción parece sencilla: “No hagas eso”, “Déjalo”. No parece tener ningún tipo de complicación, ¿verdad? ¿Y si yo te dijese “Deja de fumar”? ¿Dejarías de fumar inmediatamente? La instrucción es sencilla, ¿no es cierto? Entonces, ¿cuál es el problema? Que dejar de hacer algo no tiene el mismo atractivo que hacerlo.

 

¿Qué podemos hacer?: Como psicólogos, si algo sabemos que puede sustituir una conducta es precisamente otra. Siguiendo el ejemplo de dejar de fumar, “En vez de encender un cigarro, masca un chicle”. Las conductas rara vez se pueden hacer desaparecer, es mucho más inteligente generar qué sí se puede hacer. “No se puede pintar en las paredes, porque después no se puede borrar y hay que pintarlas. ¿Por qué no pintas en este folio o esta cartulina?”

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6. “Es tu problema, arréglalo tú” y “Si te pegan, tú pegas”

 

Estas dos frases, que hemos escuchado frecuentemente en casos de familiares de víctimas de bullying, forman lo que algunos psicólogos llamamos “el tándem de la muerte”. Desde luego, no se debe permitir que los menores dependan de nosotros para solucionar todos sus problemas. La infancia, y sobre todo la adolescencia, son edades en las que es muy importante el desarrollo de la autonomía. Sin embargo, debemos tener en cuenta que muchas veces, especialmente en la pubertad, si recibimos una petición de auxilio es porque el menor percibe la situación como realmente desbordante o se siente sin herramientas para hacerle frente.

 

No debemos olvidar que incluso para los adolescentes más rebeldes, padres y madres somos figuras de autoridad, una instancia superior, hasta cuando dicen no reconocernos como tales. ¿Cómo nos sentiríamos nosotros si después de ser agredidos fuésemos a denunciarlo y la policía nos dijese “¿Si te han pegado, por no le has pegado tú?”?

 

¿Qué podemos hacer?: Ante todo, escuchar el problema, sin dramatizar pero sin quitarle hierro al asunto. Hacer ver que nos importa lo que no están contando, que sientan que les respaldamos. Si después de eso vemos que no es necesario involucrarnos, podemos señalar las diferentes habilidades que puede emplear para hacer frente al problema, o distintas estrategias para solucionarlo. Si por el contrario, tenemos que tomar cartas en el asunto, trata de no dejar a tu hijo/a al margen del problema y resolverlo por tu cuenta, involúcrale y trabaja con él/ella, ayudándole solo en lo indispensable. De esta forma, aprender cómo hacer frente a esa situación por si vuelve a suceder en un futuro.

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“Escucha primero” 

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“Cuidado al delegar”

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7. “Pregúntaselo a tu madre/padre”

 

Ante este tipo de situaciones, muchas veces nos encontramos con un desequilibrio de poder en el que uno de los miembros de la pareja (o unidad familiar que educa) tiene más autoridad, poder o control sobre los/as hijos/as que el otro (u otros). No queremos decir con esto que esté mal repartir roles, pero si la persona de referencia para determinados temas es siempre la misma, lo más probable es que esto genere cierto desequilibrio. El desequilibrio no tiene que convertirse en algo malo per se, pero igual no es lo que más deseáis en casa.

 

¿Qué podemos hacer?: En el caso de una pareja, ambas personas tienen la misma responsabilidad y autoridad sobre los/as hijos/as, por lo que la primera persona a la que se acude debería ser aquella que proporcione una respuesta. Es necesario que la comunicación entre los/as dos sea fluida y atenta, para asegurarnos de que la respuesta dada por uno/a de ellos/as sea respaldada por el otro/a (aunque en privado, si no se está de acuerdo, se puede charlar acerca de la necesidad de actuar de forma diferente la próxima vez). En otros tipos de unidades familiares, lo mismo, siempre que queramos que todas las personas involucradas tengan el mismo nivel de autoridad y responsabilidades, será necesario ponerlo en práctica delegando lo menos posible. Cada uno/a es diferente y tal vez nuestras respuestas lo sean también, pero siempre tenemos una preparada.

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Reflexión final: Si eres padre o madre, te has reconocido en alguna de las frases anteriores y aun así has leído este artículo hasta el final, te doy la enhorabuena. La crianza es un proceso tremendamente exigente y complejo, y estas expresiones están tan insertadas en nuestros cerebros que las repetimos como la muletilla del personaje de una comedia.

Ante todo, hay aclarar que, aunque alguna de estas frases se nos escape de cuando en cuando, no somos malos  padres/madres: hacemos lo que podemos con los recursos que tenemos. Lo importante es trabajar, buscar y esforzarse en la mejora, y si te has leído este artículo completo, significa que eres una persona comprometida con tu crecimiento parental, y que deberías sentirte orgulloso/a de ello.

Enhorabuena.

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